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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

miércoles, 19 de enero de 2011

día 1207. El debate judicial sobre el asunto Ezra Pound: sus condiciones de encarcelamiento

El 2 de mayo de 1945, Ezra Pound fue detenido por partisanos en su casa de las afueras de Roma, por su colaboración radiofónica con Mussolini. Traspasado a las fuerzas norteamericanas, fue tratado con tal dureza que muchos intelectuales se horrorizaron y trataron de aliviar su condición. El intelectual alemán F.J. Raddatz cuenta esto en un guión radiofónico sobre ese debate judicial (previo a decidir si se le juzgaba o se le consideraba loco) que la revista Quimera publicó en mayo de 1985, en su número 49. Esta curiosidad me viene de mi lectura actual de Personnae, los libros de Pound anteriores a Los Cantos. Transcribo hoy la parte relativa a las condiciones en que se le detuvo en el campo disciplinario.


Le ruego responda a esta pregunta, Sr. Allen: ¿fue usted testigo del trato recibido por el Sr. Pound en el campo disciplinario del ejército, en Pisa?
Robert R. Allen: Sí. Pound fue encerrado aparte de los otros prisioneros, dentro de una jaula de acero construida especialmente para él en el patio de la prisión. Él desconocía si su destino era pudrirse en esa jaula o salir de ella para ser ahorcado por traición.... A ninguno de los demás prisioneros les estaba permitido acercársele o hablarle, ni siquiera decirle una sola palabra. No contentos con privar a Pound de cualquier contacto humano, le negaron también cualquier lectura que pudiera servir de consuelo a su agitado espíritu. Para matar el tiempo solo contaba con un texto de Confucio, en chino, que iba traduciendo: esto era todo cuanto disponía para alejar sus pensamientos tenebrosos, sus inquietudes, sus angustias.
Pero sus sufrimientos no se limitaban a estas torturas mentales. Estábamos entonces en pleno verano y el sol italiano caía a plomo: el recalentado pavimento del patio de la prisión se calentaba hasta lo insoportable. Por las inmediaciones pasaba una concurrida carretera militar y Pound estaba permanentemente expuesto al ruido y el polvo, careciendo de protección. Mientras los demás presos eran trasladados bajo la tiendas para protegerlos del soy el polvo, Pound permanecía abandonado a la intemperie, de tal manera que ni uno solo de sus gestos escapara a la vigilancia de los guardianes. Los demás detenidos podían salir de sus celdas para la comida y las sesiones de ejercicio físico, pero Pound no. También estaba privado de la ayuda que comporta, en cierto modo, la vida en colectividad. Estaba solo.
Tampoco la noche le aportaba el descanso y el sueño necesarios tras semejantes jornadas de sufrimiento bajo un implacable sol tropical: unos reflectores apuntaban a la jaula y, durante toda la noche, su cegadora luz hacía arder sus pobres ojos inyectados en sangre. En esa jaula de barrotes de acero, ni un solo mueble. Pound dormía sobre el suelo de asfalto, envuelto en mantas, calcinado por el sol, empapado por las lluvias.


Fritz J. Raddatz, El proceso de Ezra Pound; revista Quimera, nº 49, mayo de 1985. Traducción de Juanjo Fernández

1 comentario:

  1. Bueno y a estas alturas, digo a las del caso del señor Pound, a caso no corria para el, el tratado de la haya de 1907...Puedo imaginarme que aquello era literalmnete obviado.

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