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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

lunes, 9 de mayo de 2011

día 1962. Diarios indios, de Chantal Maillard. Y Dos, extractos de los Cuadernos

Jaisalmer. 1992

«Es difícil llegar a uno mismo. Tal vez porque también es difícil hallarse en situaciones desacostumbradas en las que sentirse absolutamente desamparado.
[...]
Nadie penetra en la profunda oscuridad de sí mismo si no es forzado por las circunstancias». (p 17)

«De lo que hablo es de un regreso a la oscuridad. De lo que hablo es de desnacer». (p 18)

«Los lugares nos quitan y nos dan su fuerza, pero cuando un hombre logra vislumbrar su propio centro, ese hombre se convierte en lugar para sí mismo y para otros seres a quienes presta su fuerza o se la resta.
Quise volver a divisar mis propias murallas, mi ciudad interior, y derrumbar de nuevo sus almenas demasiado fortificadas. Quise sondear sus pozos de agua clara demasiado resguardados, abrir brechas en las torres demasiado erguidas, quebrantar sus bastiones, embestir sus puertas, violentar y escandalizar a sus habitantes. Todo estaba tan tranquilo, tan protegido, que empezaba a dar asco.
[...]
Su material de construcción es el hábito; reconocer es la consigna». (p 22)

«Nadie puede estar iluminado y verse a sí mismo. El ser y el conocer no pueden ser simultáneos si existe una llanura o una línea de horizonte. Ser y conocer simultáneamente sólo es posible en el vacío porque en el vacío no hay nadie» (p 23)

«Siempre venimos de donde estamos. Nunca llegamos a donde estamos». (27)

«Saber que es preciso dejar de indagar –pues es recuerdo y anhelo toda búsqueda y hallar el modo, simplemente, de invertir la mirada». (p 29)


Bangalore. 1996

«Doy lo que me sobre, lo que me pesa, lo que no me hace falta, regalo aquello que ya no me sirve aunque tampoco le sirva a quien lo doy. Le quito los botones al jersey antes de entregarlo: los botones servirán. ¿De qué sirve un jersey sin botones? Ellos no se pondrán mi ropa, ni mis zapatos, no necesitan zapatos, no se ponen esta ropa. Pero me descargo de lo usado, y les niego la moneda que me piden». (p 45)

«Doy lo que me pesa, lo que me sobra, lo que no me hará falta y me llevo su sonrisa burlona a mis espaldas, su desprecio, y ese olor punzante: el olor de su miseria, de su larga miseria». (p 46)

«Aún nos queda la aurora. Esos instantes que huelen a pétalos de rosa, que resbalan por el mundo de los vivos como el jabón sobre la piel de un niño. Nos queda la aurora en las aceras-dormitorio de la India: la guirnalda de flores de una adolescente, apenas despierta, prende en su trenza ante el espejo colgado de la reja de un edificio público, el primer tchai de la mañana –tal vez el único– y el vaso que se limpia en el cántaro, la navaja de afeitar, la improvisada ropa de cama que se convierte en chal o en turbante... listos para otro día respirando el polvo y los gases de los motocarros, respirando, respirando al fin y al cabo». (p 47)


Benarés. 1998-1999
48 ghats

(Los ghats son las escalinatas que bajan hasta el Ganges).

«No he pretendido en estas páginas dar una imagen distorsionada de Benarés. Sólo un punto de vista, o más bien un punto de estar, un punto en el que puede estarse, en el que yo me puse.
[...]
Estos cuarenta y ocho ghats son, pues, cuarenta y ocho estaciones o estancias o imágenes, [...] Cuarenta y ocho imágenes que, como imágenes personales y fugaces, no han llegado a ser morada del corazón, según la imagen utilizada por los sufíes, pero sí estados, fugaces y a la vez permanentes, pequeñas estancias del corazón que se abren cuando vuelvo a abrir las páginas del cuaderno que las retiene» (p 52)

(1) ASSI GHAT
«La soledad no es tanta aquí, donde los ojos apuntan hacia fuera. En Occidente ya no sabemos mirar afuera sin dar el rodeo por ese falso adentro que es la mente. [...] Todo idealismo es consecuencia de una pérdida de inmediatez, [...] Sería recomendable el desmayo. Desmayarse un poco hacia dentro para dar paso, para abrir el cauce, para estrangular el innecesario meandro formado por la acumulación de sedimentos en la cuenca este del cerebro.
[...]
No están solos. Son una comunidad unida en el no-tener». (pp 53-54)

(7) VATSYARAJA GHAT
«Jabón sobre los escalones. Espuma blanca sobre los cuerpos oscuros. El viaje termina en lo concreto. Nada es transcendente». (p 56)

(14) MAHANIRVANI GHAT
«Búfalos y barcas. Los búfalos rumian, tumbados en la arena pisoteada. Las barcas están quietas. Cierro el cuaderno. Protejo lo mejor de mí. Repliego el interés de pintar con la escritura. Ver un búfalo rumiando es ver la tierra estremecerse hacia adelante». (p 58)

(18) PRACHINA HANUMAN GHAT
«Una niña hermosa deposita su sonrisa en las páginas de mi cuaderno y me la llevo. Ella tiene muchas sonrisas. Las lleva bajo su ropa y las despliega a su tempo, sin pensarlo». (p. 60)

(24) CHAUKI GHAT)
«Niños jugando en el polvo de las losas. Niños de polvo. Polvo jugando a ser niños sobre las losas. Brahma jugando a ser polvo. Yo: la losa». (p 62)

(25) KSHAMESHWAR GHAT
«Extraño el ritual de mi escritura, el de la duda, de la epojé, la puesta en cuestión, la tela de juicio, su tejido, los lenguajes inciertos. Preparo mi ofrenda, la pongo en el escalón, frente a mí, en mi cuaderno. Ofrezco mi renuncia al sentido, a todo sentido, mi renuncia a la necesidad de universo. Comulgo con el búfalo en la tensión de su cuello». (p 63)

29.
«Donde dice “Enjoy cCoca-cola” debe decir... ¿cuál será el nombre de este ghat?
Restaurantes, guests houses, escuelas de yoga para extranjeros, sitar training, anuncios para gente rubia y adinerada.
¿Qué hemos hecho?»


Diario de Benarés

«¿Cuáles son los límites del deseo? El mundo ha sido generado por él, la multiplicidad toda entera. La vida es fruto del deseo. Cuando me miras con deseo me haces el regalo más hermoso. Creas el mundo a partir de mí. Si niegas tu deseo me dejas sin recursos, si niegas mi deseo, empobrezco». (p 71)

«Los templos se destruyen igual que las casas. Vuelven a construirse otros, habitados por otros dioses, otras gentes.
Construir es lo que permanece.» (p 73)

«Con frialdad recibo mi propia frialdad. No me creo los sentimientos. No me creo mis senrimientos. ¿Cómo creérmelos? Son como nubes pasajeras. Cambian de lugar al tiempo que yo. Y en el mismo lugar también difieren de sí mismos. Los veo evolucionar y renuncio. Renuncio a la plenitud, a la dicha perpetua del sentir, renuncio al anhelado infinito, aunque presentido a veces, renuncio. Arriba, en superficie, la evolución de los sentimientos; en el fondo una tristeza leve, serena, que tal vez algún día se transforme en paz.» (p 75)

«No hay futuro para el observador. El futuro está articulándose ante sus ojos. Él no participa. Él observa.
No permanecen los sentimientos. Tampoco permanecen las ideas. La voluntad de permanencia tan sólo permanece.» (p 76)

«Ningún sentimiento perdura en mí. Tan sólo la sensación de un hueco. Una ausencia como agua negra a la que me asomo y en la que veo reflejado lo que soy: mi propia ausencia, mi vacío.
Ésta es la escritura de un muerto lúcido. Un muerto que contempla con cierta nostalgia la vida que le ha abandonado». (p 77)

«Sin deseo. Mirando. Atenta. Los días transcurren sin ser apenas días. El tiempo apenas tiempo. En paz. Desde la paz todos los deseos parecen creados. Creados por el aburrimiento, que es la forma más somnolienta de la insatisfacción. Occidente ha crecido sobre ella; su vehículo es la insatisfacción.» (p 78)

«¿Qué he venido a hacer aquí? ¡La gran pregunta! Ahora yo peguntaría ¿qué estuve haciendo allí?
¿Qué vine a hacer aquí? Vine a no saberme, vine a estar. Hago: leo, estudio, escribo, miro, estoy. Estoy en lo que hago, soy lo que hago. Estoy en lo que miro. Soy lo que miro. No estoy. Dejo de estar frente a mí misma.» (p 79-80)

«Algo de mí está triste. Yo no lo estoy. Yo miro esa parte de mí, la miro y observo. Está cansada. Su tristeza está ligada a algunos recuerdos. Éstos forman una cadena sostenida por el cansancio, una larga cadena cuyos eslabones más antiguos, oxidados ya, arrancan del pasado. [...] Algo de mí está triste y yo lo miro estar. ¡Es tanto el polvo acumulado por los años! ¡Cuánta agitación, lo que llamamos vida!» (p 89)

«Ponerle un marco a la ofensa y un cuenco bajo la herida. Recoger la sangre y bebérsela frente al cuadro. Como ofrenda.» (p 95)

«Requerimos la expresión, y la expresión se queda dentro. No puedo decir, y aunque pudiese, no dicen las palabras lo que quiero decir. Releídas, me suenan a tópicos condescendientes, trascendentes, Falsamente místicos. Y no es eso
Es hora de crear nuevos símbolos. Es hora, también, de largos silencios, de interiorización, de prudencia. Estar atento y formular la pregunta.» (p 107)

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