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[Once meses sin aportar nada es demasiada vaguería. Quizá lo dejé porque lo que leo no suele estar en las mesas de novedades. ¿Qué importa?, me he dicho esta mañana. Esto es algo íntimo. Todo lo más, para curiosos].

lunes, 2 de mayo de 2011

día 1964. “The Corrections”, de Jonathan Franzen. FINAL (XIV)

Creo que he contado suficiente (o más) de la trama central; aunque hay muchos asuntos colaterales que ni siquiera he mencionado. Y he copiado extractos de todo tipo, para mostrar los estilos, la perspicacia o intuición para las diferentes descripciones, que ajustan como un guante a la situación.

Quedan dos escenas, la 5 y la 6, de este sexto capítulo, entre las dos las páginas 689-723. La primera mitad de la escena 5 trata trata una acción durante una revuelta en Lituania, y el modo de Chip de escapar. El breve extracto siguiente es el último que voy a copiar.

«Había perdido la pista de lo que deseaba, y una persona es eso, precisamente lo que desea, de modo que la conclusión estaba clara: también había perdido la pista de sí mismo.»

Cuatro líneas maestras para describir el estado del personaje; pero hay algo más, veo aquí tres niveles y me referiré al segundo: la capacidad de escritura de Franzen para describir el estado total de un personaje en solo cuatro líneas.

La escena 6, la última del capítulo, es una obra de arte de la comunicación entre la mente ya casi totalmente confusa de Alfred, los sucesos del hospital y la presencia de Chip como testigo y actor. No digo que el muy breve Capítulo 7 no sea necesario. Pero el libro podría terminar aquí, desconsolado y desesperanzado: no solo el libro, no solo los dos personajes presentes, también el hombre (en el sentido de la humanidad) y el lector quedan desconsolados y desesperanzados.

El Capítulo 7, titulado LAS CORRECIONES, usa 7 páginas para ciertos ajustes: un favor al lector. Porque no todo queda claro. Encontramos en este capítulo algunas líneas maestras que el lector que quiera seguir elucubrando y discutiendo, consigo mismo o con otros, sobre la vida de ese matrimonio y sus tres hijos, pueda hacerlo.

La Contraportada contiene el resumen y elogiosas notas críticas habituales. Leo el resumen y no reconozco la novela (que tengo absolutamente presente). Suele pasar. Aunque sí me resulta exacta la primera mitad de la última frase: «El prodigio de esta novela es la secreta conexión entre el universo de los Lambert y el resto del mundo, la Norteamérica de los últimos noventa, un país irascible que se tambalea hacia un nuevo milenio».

La segunda parte de la frase es un error por redundancia: “conexión entre el universo de los Lambert y el resto del mundo” es lo vital. Esa Norteamérica es el escenario; y la conexión se da con ella como tal, como se puede dar con un español que vive en Madrid.

Algunas afortunadas veces me encuentro con historias realistas que me atraen como voyeur, en las que encuentro diversos niveles de profundidad que ofrecen “el prodigio de una conexión secreta con el mundo”. Y bastantes de esas novelas suelen ser norteamericanas. Quizá pasa como en otras artes, que hay tantos que la competencia por lograr la excelencia es feroz. Aquí, en España, las novelas que cuentan la historia de una familia se limitan a eso; muchas veces, situándolas en episodios históricos de cartón-piedra: “esa una novela de los maquis”, te dice un amigo; y yo siempre pienso que para saber de los maquis es mejor un ensayo, que lo que quiero es lo que hace Shakespeare o Cervantes: que me hablen del ser humano. O, como en el caso de una de mis favoritas, El Watusi, que es la que más me ha enseñado del “espíritu de los primeros tiempos democráticos” (y eso no se escribe en un ensayo), el narrador o personaje lleva una vida rara que le conecta con los mundos más raros. El realismo español es paticorto.

El de esta enorme novela, Las Correcciones, es un realismo de un autor que calza botas de siete leguas.


Jonathan Franzen, Las correcciones; traducción de Ramón Buenaventura. Biblioteca Formentor, Seix Barral, abril de 2002
Ramón Buenaventura, Diario de un traductor: I a L, publicado en la sección El trujamán del Centro Virtual Cervantes entre el 29 de enero de 2003 y el 29 de abril de 2004


3 comentarios:

  1. A propósitos del encabecimiento: "Los vagos..." Exacto...no tenemos más remedio que trabajar el doble para evitar nuestro triste destino....
    Me dejastes un comentario en el blog sobre mi accidente...pieza de una exposición,
    te cuento...
    Nàn no,no me implantaron unas, pero las gafas quedarón muy rayadas* pisadas, con restos de cristales y en una posición de patillas que a mí me trasmite una inquietante realidad, la de una improvisada muerte. Mientras que las pastillas trasmiten otro tipo de final...

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  2. Desde luego, MBI, esas gafas en una bandeja que parecía quirúrgica me dieron repelús.

    Si es una obra tuya, grandes aplausos y, por favore, preavisa de algún modo.

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  3. Hola, me ha congratulado mucho muchísimo encontrar esta serie sobre Las correcciones y el diario de su traductor. No lo puedo leer del tirón y menos ahora mismo, pero lo leeré con tiempo y mucho gusto en cuanto me sea posible :)

    Para mí Las Correcciones es, creo, lo mejor que he leído hasta el momento. Y he leído bastante... ¿Alguna recomendación para mi próxima lectura?

    Gracias

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