Wislawa Szymborska, Más lecturas no obligatorias. Ediciones Alfabia; primera edición, marzo de 2012. Traducción
de Manel Bellmunt Serrano. 196
páginas.
Poco antes, la editorial sacó Lecturas no obligatorias, de la que el
presente libro es una segunda oleada. He buscado el primero, sin encontrarlo;
quizá porque lo presté, más probablemente porque desde que reordené la
biblioteca personal, no encuentro nada. No tengo acceso, pues, a los subrayados
y anotaciones, y tendré que referirme solo al segundo volumen. En realidad no
importa demasiado, porque salvo los libros recensados por Wislawa, no hay
diferencia alguna en el tratamiento: personal, sabio, amoroso o mordazmente
irónico. Escribir de este es hacerlo de los dos.
Me considero un adepto fiel a
sus poemas, así que ya estaba ganado para la causa. Si alguien no la ha leído,
puede escuchar dos poemas traducidos al español que muestran su dulzura de
hierro, la ironía el fondo absolutamente humano de su vida, clicando en este
poema (https://www.youtube.com/watch?v=NHH7c5-DQHE&NR=1&feature=fvwp)
y en este otro (https://www.youtube.com/watch?feature=fvwp&v=lWE10svTtEg&NR=1),
que siempre me ha parecido uno de los más emocionantes poemas sobre la muerte.
Ambos recitados por Luisa Pastor, ante la que ya mismo me excuso por
reproducirlos sin permiso.
Ya que estoy poniendo enlaces de
hipertexto, no me resisto a incluir un chiste sobre la creación, para que se la
pueda ver a ella, ya muy mayor, bromeando sobre la humanidad: https://www.youtube.com/watch?v=gVnb3XXw9Hg.
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Para celebrar la publicación del
primer volumen, la Editorial pone en su página web este texto de WS:
« Soy una
persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la
humanidad ha creado. El homo ludens baila, canta, realiza gestos
significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra
refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones:
sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y,
probablemente, la dispersión. Sin embargo, son actividades en grupo sobre las
que se eleva un mayor o menor tufillo de instrucción colectiva. El homo ludens
con un Libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo. Él
fija las reglas del juego, subordinado únicamente a su propia curiosidad.»
No me cabe duda de que en este párrafo la autora explica el
entusiasmo con que la autora se entrega a la tarea de recensar todo tipo de
libros, pero todos los datos que he leído de ella pasan como sobre brasas por
su actividad en la que fue una autora premiada en Polonia con sus dos primeros
libros, hechos desde el realismo socialista y desde el apoyo al sistema. Libros
que rechazó más tarde, saliéndose de la primera fila de autores protegidos.
Solo con la caída del bloque soviético empieza a ser conocida y traducida,
recibiendo un premio en Alemania y más tarde el Nóbel (Por su poesía, que con
precisión irónica permite que el contexto histórico y biológico sea iluminado
en fragmentos de la realidad humana”). No he podido averiguar si sus libros se
imprimían, se distribuían. Quizá se vio reducida a vivir de sus traducciones y
críticas, que en todo caso hizo con pasión y honestidad.
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Todos los libros “criticados” son polacos o traducciones al
polaco. De la cultura universal (los cuatro primeros son El Satiricón, Entremeses de
Cervantes, Gilgamesh y Los mitos griegos) o de la cultura
polaca, de ciencias o de letras, de asuntos de importancia o de lo más
peregrino. Pero siempre aborda la recensión cuando es necesario como una
“profesora”, señalando aquello que el lector desconoce, o, en los mejores
casos, como una conversación con el autor: lo que importa es sobre todo lo que
dice ella impulsada por la lectura del libro.
Como por ejemplo en la página 21, escribiendo sobre el libro
Mercaderes en el siglo XVI, de Pierre
Jeannin, cuya crítica empieza así, centrándose en el interés por el tema:
«Se han escrito muchas historias
de aventuras sobre caballeros andantes, pero sobre mercaderes andantes, que yo
sepa, ninguna... y eso que hasta un mercader normal y corriente superaba al
noble medio en cantidad y riqueza de sus aventuras, en la necesidad de
arriesgar su vida y en iniciativa. El mero hecho de tener que viajar más, con
más frecuencia y más lejos, le exponía constantemente a innumerables peligros.»
Voy a hacer una excepción, poniendo entera la crítica que
hace a la biografía de Haroslav Hasek escrita por Radko Pytlik: porque su
brevedad me lo permite, porque es un ejemplo magnífico del motivo de que sean
interesantes incluso aunque el crítico autor del libro nos sea, y seguirá
siendo, desconocido, (no así la obra maestra de Hasek, Las aventuras del
valeroso soldado Schwejk) pues
la lección de humanidad y humanidades queda absolutamente clara, aunque del
biografiado conozcamos una obra, pero poco de él mismo. También por la ironía
con la que se carga un libro. Por el humor desbordante con el que se atreve a
criticar a un crítico cercanos al Régimen, por necio. En este caso se trata de
un libro checo traducido al polaco.
«Sea quien sea, el crítico
literario debería creer en fantasmas. El miedo a que, de repente, a medianoche,
se abra la puerta y aparezca el espíritu del escritor al que se está examinan
podría resguardar a los exégetas de no pocos disparates. Lástima que Radko
Pytlik no tenga miedo de los fantasmas y proyectara su obra sobre Hasek con una
sensación de absoluta seguridad. Como resultado ha conseguido hundir a este
gran humorista en el océano de la fraseología. En algún lugar del subconsciente
del crítico echó raíces el convencimiento de que revolución y alegría son dos
conceptos irreconciliables. Como Hasek era revolucionario, Pytlik consideró que
su deber sagrado era justificar de alguna manera el sentido del humor del
escritor. Y descubrimos con estupor las diversas “máscaras” de Hasek: la máscara
del bromista, la del bufón y la del embaucador. Resulta que solo la cruel
necesidad le compelía a reír; de tal modo que si los tiempos hubieran sido
menos terribles, Hasek, con un suspiro de alivio, se habría puesto a escribir
tragedias. Al crítico le plantea serios problemas la vida personal del
escritor, quien no destacaba por su ejemplar comportamiento, era muy dado a
organizar escándalos y se le conocía por su amor a la bebida. Como todas esas
inclinaciones bohemias no encajan demasiado bien con el modelo del progresista
ideal, Pytlik trata de conve3ncernos de que Hasek no juguetea de manera
inocente, sino con lúgubre premeditación. Los únicos rayos de luz del libro son
las citas del propio Hasek y algunas fotografías suyas. Nos mira el mofletudo
rostro de un hombre capaz de reírse de cualquier cosa que se cruzara en su
camino. Por desgracia, Pytlik llegó demasiado tarde.»
Otra crítica implacable de la necedad de los críticos
impulsados por una idea previa. En este caso, del libro Los viajes con Homero escrito por Ernle Bradford y traducido del
inglés. Copio las cuatro primeras líneas y la siete últimas.
«Ernle Bradford anhela exculpar
al respetable Homero de la acusación de no conocer de cabo a rabo el mar y de
tener una vaga idea sobre el arte de la navegación. Y se entrega en corazón y
alma a esta tarea. [...] Lo que no es tanto una prueba del historicismo de
Homero, como de la hipersensibilidad de la autora. Y como respetamos a las
personas que padecen hipersensibilidad,
disculparemos al autor su más que superficial conocimiento de la mitología
y de un tal Cavafi, “un antiguo poeta
alejandrino”, sobre el que bien merece la pena saber, por cualquier otra
fuente, que el tal Kavafis no es tan antiguo, que digamos.»
También hace críticas muy positivas de libros literarios y
de todo tipo, porque esta colección de prosas incluye libros científicos, biológicos,
históricos, etc. Por ejemplo, la de la traducción al polaco de nueve de los
catorce poemas de El libro de los gatos
habilidosos del viejo Possum, de T. S. Eliot. Tras una reflexión sobre la
capacidad del poeta de escribir tanto La
tierra baldía como un poemario dedicado a los gatos, termina la crítica con
estas 13 líneas:
«Cada gato es una personalidad,
por lo que se convierte en un proyecto literario independiente. Algo que el
mismo Thomas Stearn Eliot sabía perfectamente. Además de eso, el gato posee
determinados rasgos inequívocamente felinos que tampoco ha escapado a la atención
del poeta. Presten, por favor, atención a la cita: “Siempre está en el lado
equivocado de la puerta / y aunque solo hace un momento que salió, ya vuelve a
querer entrar”. Cualquiera que conozca a los gatos aplaudirá dicha observación.
La vida del que tiene un gato se convierte en un constante abrir y cerrar de
puertas. Con los perros hacemos ejercicio en los espacios abiertos. Con los
gatos, dentro de casa. En uno u otro caso salimos ganando, porque no hay nada
peor para el estómago y el alma que ser víctima de la inercia y el marasmo.»
He de dejar de poner extractos; con pena, porque tenía
marcados tantos, de libros y teorías tan variadas que me molesta que se pierdan
este lujo. No tendrán más remedio que buscarlo en una biblioteca o pedírselo
prestado a un amigo; no a mí, que probablemente por ese motivo ya perdí el
primer volumen.